UNA MUJER QUE LUCHA EN UN CAMPO DISTINTO.

Según el DANE, se estima que de las 25.501.149 mujeres que hay en Colombia, 5.442.241 viven en las zonas rurales las cuales han sido resilentes, no porque sea una palabra de moda en las redes sociales o porque lo lleven en las fotos, por lo contrario es un término desconocido por ellas que han sido víctimas antes y durante del conflicto armando y aun si siguen luchando por darles una mejor calidad de vida a su núcleo familiar.

El Estado ha sido un padre desobligado con esta población, razón por la cual, han sufrido el doble que el resto de los colombianos por la ignorancia de sus derechos y además la indiferencia de la sociedad que desconoce su entorno; es frustrante ver como la falta de políticas públicas que logren cerrar la inequidad en la cual están sumergidas, que a la final termina siendo una triple discriminación si bien es cierto, el Estado ha creado un marco legal en búsqueda de afianzar la calidad de vida de la mujer campesina, se han firmado tratados internacionales con el  fin de promover la protección de la protección de la vida rural de la féminas, estados tratado, leyes han quedado en el papel debido a que la realidad de la mujeres campesina es otra totalmente y desconocida para ella.

A pensar que en nuestra nación, hay más mujeres que hombres, en el campo todos son hombres y mujeres; comparten los mismo niveles de pobreza, estos niveles superan con creses los que hay en las grandes metrópolis. Son ellas las que, además, asumen casi la totalidad de la economía del cuidado, lo que se traduce en una doble jornada laboral (tareas propiamente domésticas) la cual no es remunerada, en parte porque los hombres asumen las faenas duras relacionadas con la agricultura, ganadería, pesca, minería y tala de árboles y, en parte, porque esta división del trabajo es más un fenómeno cultural. Tanto los hombres como las mujeres que viven en la zona rural consideran que la casa es cosa de mujeres.

Lo anteriormente mencionado es un ante sala, a todo lo que padecen nuestras mujeres campesinas, eso sin sumarle la guerra interna que afrontan en cada uno de los territorios, cuyas consecuencias han sido catastrófica como lo es el desplazamiento, el despojo de tierras, la violencia sexual como arma de guerra y el reclutamiento forzado. 

La Corte Constitucional ha dejado precedentes al respecto en la sentencia T-025 en la cual se ha dejado claro que la mujer en calidad de desplazamiento forzado se encuentra en una condición de vulnerabilidad, la que debe gozar de protección inmediata por las autoridades estatales y medidas preferenciales de reparación, entre ellas el derecho a la tierra.

Por otro parte, y según Oxfam, sólo el 0.8 por ciento de las casi tres millones de campesinas que reconoce la ONG en su estudio se han beneficiado en Colombia del Programa de Mujer Rural del Ministerio de Agricultura, implementado desde el 2011 para empoderar a la mujer campesina. 

La Unidad de Restitución de Víctimas, por su parte, habla de 3.239 beneficiarias de órdenes de restitución de tierras. Aún existen múltiples falencias en el sistema que hace necesario que se incluyan los derechos fundamentales de las mujeres en el campo. Cabe resaltar que muchas de estas mujeres han formado asociaciones y están luchando por tener un especio en las luchas políticas, sociales y culturales que se están llevan en sus comunidades, estas mujeres son gestoras de paz, desarrollo ante todo son mujeres que luchan por un campo distinto.



ANGELICA ANDRADE

-La Pola-
E-mail: angeliandra1029@gmail.com
#ELLASESCRIBENYOLASLEO

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